Ahora empiezo a entender por qué me entusiasma el sonido de los pájaros...
Yo, que ahora vivo en La Punta del Hidalgo (Tenerife), contemplo por las mañanas un drago (Dracaena Draco) que se encuentra frente a mi casa y en el que habita una gran familia de chiviches (mosquitero canario).
Una afición, además de oírlos en un concierto mientras me preparo un café, es abrir la puerta y ver cómo recogen los frutos anaranjados que generosamente expulsa este hermoso ejemplar.
Mi padre, ayer, 16 de mayo de 2020, me envió un mensaje que ponía «los pájaros ya no cantan«. Él, que cada mañana se preparaba un cafecito muy temprano (ahora entiendo por qué lo hago yo) y se sentaba en el comedor de su casa cada día en un ritual que ahora ha desaparecido, ya no escucha el dulce sonido porque en el árbol junto a su casa habita una comunidad o colonia de cotorras Kramer. Mi padre está triste y, a veces, le sale un grado de enfado, ya que no entiende por qué su alegría en el barrio de toda la vida -el coro de los canarios, capirotes o mirlos de cada mañana-, ahora ya no está. Su angustia se ha duplicado con la situación de esta pandemia del COVID-19.
Creo que es una grave amenaza que estos ejemplares se introduzcan y generen desequilibrios en nuestro medio natural. Pongamos como ejemplo al Parque Rural de Anaga, declarado Reserva de la Biosfera en 2015 ¡No me quiero ni imaginar! es muy preocupante. No olvidemos tampoco que las cotorras Kramer están incluidas en el catálogo de especies exóticas invasoras y, si han podido con los pájaros que habitan en el barrio, pueden llegar a todas partes.
En otro momento me centraré en la captura de estas aves, en su origen, en el tráfico y comercialización, ahora el tirón de orejas es para los irresponsables que se han aburrido -como siempre pasa- y las han soltado deliberadamente, o ¿se les han escapado?
Quisiera, si me leen los de la Fundación Neotrópico, que hacen una gran labor trasladando las cotorras Kramer a sus instalaciones sin sacrificarlas, que, por favor, le devuelvan a mi padre la sonrisa con el sonido que desde pequeño se ha criado, el sonido de los pájaros, y más en estos tiempo tan difíciles de llevar.
Termino recordando al poeta Miguel Hernández, que murió en prisión y escribió «El gorrión y el prisionero» (Cuento inconcluso) y que comienza diciendo «los gorriones son los niños del aire».
Autoría: Sonia.
Hola Sonia, que pena que ya tu padre no escuche el canto de los pájaros, esperemos que se solucione y vuelva a ese ritual que le hace tan feliz.
Un beso
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Gracias en nombre de Sonia. Besos.
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Espectacular texto, a la par que triste. Difícil tarea la de volver al origen en un mundo tan evolutivo, ojalá se pudiese. Te dejo una frase de una canción del gran Ismael Serrano «las aves migratorias, siempre encuentran el camino de regreso»
Por eso estas no vuelven a su casa, quizás quisieran.
Besos cuñá!!
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Muchísimas gracias.
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Amiga hermoso, sentido texto al que me uno en tu solicitud..
Conozco a tu padre, conozco de su sensibilidad, su sencillez, nobleza y autenticidad. Los pájaros ya no cantan…pero mientras existan personas como tu padre y tu mi luchadora amiga que aún recuerdan el cantar de los pájaros chiquititos, saltarines a la par que vigorosos y alegres seguirán luchando por estar, defender su espacio, por seguir piando.
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No hay otra solución que trasladar la especie invasora de las cotorras para que los pájaros vuelvan y deleiten a tu padre y a todos los que escuchan sus melodías.
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Sonia, la autora, estará encantada de leer tu comentario. Lo escribió de corazón y de manera espontánea, creo que por amor. Un abrazo.
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