El biólogo, químico y economista francés Antoine-Laurent Lavoisier dijo en 1794 refiriéndose a la química: “La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”. Tal vez este sea el caso de la gran mayoría de los grabados rupestres que aún hoy en día siguen descubriéndose y despertando una extraordinaria expectación entre los investigadores, las autoridades y la ciudadanía, en general.
Hoy vamos a hablar de las estaciones de grabados rupestres de La Fajana y El Verde (Barranco Tenisca) del Lomo Gordo-Lomo de La Trocha I en el Pico Bejenado, situados en la isla de La Palma, que fueron descubiertos, de forma casual, a comienzos de mayo de 1982.
La espectacularidad y belleza de los motivos suscitó un gran interés, especialmente los denominados “soliformes” de La Fajana, que, actualmente, siguen siendo únicos en la arqueología palmera. Por ello, la Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno de Canarias colocó una valla metálica y acondicionó el espacio, creando una estrecha plataforma rocosa, para que los turistas puedan disfrutar de la visita y garantizar la conservación del yacimiento.
Los grabados rupestres de El Verde.
La estación de grabados rupestres de El Verde se encuentra en las inmediaciones del antiguo Camino Real de La Cumbre o La Banda, que comunicaba Santa Cruz de La Palma con el Puerto de Tazacorte. Inicialmente conocidos como Cementerio de El Paso, destacan por sus enormes espirales que, en algunos casos, superan el metro de diámetro. Este yacimiento cuenta con 13 paneles de motivos geométricos de una belleza poco habitual y sorprendente.


Se sitúan sobre la cota altitudinal de los seiscientos metros y se labraron sobre la parte derecha del Barranco Tenisca (El Paso), aprovechando la existencia de un caboco (salto) de forma semicircular con una anchura máxima de unos veinte metros. La gran mayoría de las inscripciones prehispánicas se realizaron en la parte superior de los riscos expuestos hacia el oeste.

Espiral en El Verde (Bco. Tenisca. El Paso). Foto Jorge Pais
La presencia de los petroglifos en esta zona se explica debido a que, durante el solsticio de verano, los rayos del sol poniente iluminan el grupo principal de motivos a través de una grieta natural que queda justo enfrente, lo cual podría relacionarse con cultos astrales y astronómicos, o bien porque durante las lluvias invernales se forma una gran charca, ocupando buena parte del caboco, que se conservaba durante mucho tiempo y, con toda probabilidad, sería aprovechada por la población benahoarita para beber y, sobre todo, para llevar a cabo sus rituales propiciatorios.
Los grabados rupestres de La Fajana.
La estación de grabados rupestres de La Fajana (San Telmo. El Paso) se encuentra en las inmediaciones del antiguo Camino Real de La Cumbre o La Banda, que comunicaba Santa Cruz de La Palma con el Puerto de Tazacorte.
Los petroglifos, situados en la parte superior de la margen izquierda de una amplia depresión-barranquera que desagua en el Barranco Tenisca, constituyen el yacimiento rupestre más complejo de la arqueología palmera. El soporte es un paredón vertical de basalto completamente lleno de inscripciones con una superficie de unos cuatro metros de anchura por tres metros de altura, en la que prácticamente no quedó ningún hueco sin grabar.


El hallazgo de estos grabados generó una inusitada expectación porque destacaban unas inscripciones desconocidas en la antigua Benahoare.
Benahoarita o auarita, popularizado también modernamente como awara, es el término con el que se conoce al pueblo aborigen de la isla de La Palma —Canarias, España— que habitaba la misma antes de la conquista europea a finales del siglo xv.

Isla de La Palma, denominada Benahoare por sus primeros pobladores | Wikipedia
Se trataba de figuras circuliformes, rápidamente denominadas “soliformes”, cuyo interior está segmentado con trazos rectos, curvilíneos o sinuosos, que se han relacionado con cultos astrales y astronómicos o marcadores topográficos.

La temática es de tipo geométrico, incluyendo espirales, círculos y semicírculos concéntricos en diferente grado de desarrollo, enracimados, trazos lineales y curvos
sencillos que podrían corresponderse son símbolos alfabéticos, etc.
La estación de petroglifos se correspondería con una especie de santuario en el que los benahoaritas realizaban ritos relacionados con el culto al sol, a su dios Abora o para pedir que éste último les enviase las ansiadas y necesarias lluvias.
El investigador Viera y Clavijo (s. XVIII) concebía que los grabados rupestres de Belmaco eran “puros garabatos, juegos de la casualidad o la fantasía de los antiguos bárbaros”. Contrariamente, los resultados prácticos, ya en pleno siglo XX, apelan a una destreza mágico-religiosa de culto a la fecundidad del agua en representación de “charcos con ondas y pequeñas corrientes de agua” en un contexto del Bronce Atlántico. En los años de 1960-1980, Diego Cuscoy, Antonio Beltrán y Mauro Hernández, aun influenciados por esta corriente atlantista, amplían los conceptos de cultos al Sol, la lluvia… Posteriormente, otros investigadores supeditan su significación a una batería de propuestas asociadas a actividades pastoriles y a prácticas propiciatorias mágico-religiosas para indicar rutas, propiedades privadas, señalización de campos de pastoreo, fuentes, petición de lluvia… Su verdadero significado es aún una cuestión no resuelta.
Nuestra concepción racional del mundo nos impide comprender la memoria de nuestros ancestros. El pasado se nos revela como real y es capaz de atrapar a todo aquel que no solo se conforma con la apariencia sino con encontrar respuestas solventes. Ahora bien ¿podemos recuperar, al menos, una parte de esa evocación perdida?