La Sabina Canaria es un arbusto, variante de la sabina mediterránea (Juniperus phoenicea), que se encuentra en las islas de La Gomera, La Palma, Tenerife, Gran Canaria y El Hierro, siendo el símbolo vegetal de esta última.

En la actualidad hay bastantes ejemplares de sabina canaria en las islas de La Gomera, donde se halla el sabinar más extenso y mejor conservado, el sabinar de Vallehermoso, y en El Hierro, donde encontramos el paraje de la Dehesa con el sabinar más famoso de Canarias. Se observan en menor medida en la Palma y Tenerife, donde su presencia destaca en Anaga, y en Gran Canaria, donde debió de ser una especie muy abundante en el pasado, pero hoy en día es muy escasa.

Las sabinas retorcidas que se encuentran en la isla de El Hierro ofrecen una forma muy curiosa por la fuerza del viento a la que se ven sometidas a lo largo del tiempo. Su imagen ha dado lugar a muchas leyendas locales, llegándose a hablar de un bosque encantado.
Allá, en la soledad profunda y dormida de La Dehesa, se encuentra una de las zonas más hermosas y apartadas de la isla de El Hierro. El intenso ulular del viento sacude de manera perpetua este paraje, envuelto en un manto de misterio y magia. Es El Sabinar, el bosque encantado. Las milenarias sabinas son el testigo fiel de la lucha del pueblo herreño contra los elementos. Sus ramas, duras y retorcidas, acarician el suelo castigadas por el eterno alisio que sacude este lugar. La sabina es el emblema de la isla y forma parte del escudo de El Hierro. Ya los aborígenes empleaban esta madera, muy apreciada, para hacer herramientas, adornos, tablones funerarios, armas; los pobladores que vinieron después, también la usaron para fabricar los dinteles de las puertas, las cancelas para impedir el paso al ganado… Los ejemplares llegan a medir unos 8 metros de altura (los hay más altos) y con sus gruesos troncos se arrastran por el suelo convirtiendo esta zona en un lugar bello y fantasmagórico.
Los artesanos isleños han utilizado esta magnífica madera para fabricar barricas de vino, herramientas, aperos de labranza, armas, adornos personales, mobiliario o para la construcción de techumbres de cuevas, artesonados y vigas para los techos de casas tradicionales. Con las raíces de la sabina se fabricaron también cazoletas de pipa o cachimba, y su leña, de alto poder calorífico y muy aromática cuando arde, fue a menudo utilizada para cocinar. Así, el escritor y naturalista canario José de Viera y Clavijo señalaba, hace ya más de dos siglos, que, para la obtención de leña, «se han ido talando imprudentemente las antiguas espesuras de este arbusto tan acreedor a la común estimación».

Tiene usos medicinales y se le atribuyen propiedades antisépticas y sudoríficas. Con las ramillas cocidas de la sabina, los pastores canarios lavaban las ubres de ovejas, cabras y bovinos para curar la tetera o mastitis.
Juniperus es el nombre que los romanos daban a los enebros y a su madera. El término deriva del latín iunior «más joven» y pario «producir», aunque la raiz hebrea de la palabra implica la idea de «desnudez» o de estar «despojado». El epíteto turbinatus deriva del adjetivo latino turbinatus, -a, -um, que significa ‘de forma cónica’, que, a su vez, deriva de turbo,-inis «remolino, cono».
Mitología

Dado que su nombre científico nos remite a la noción de desnudez, podemos relacionar la Sabina con el mito de Acteón y Artemisa, cuando éste la sorprendió bañándose desnuda en una fuente junto a su séquito de ninfas en medio del bosque y, prendado de su hermosura, no pudo apartar los ojos de ella. Artemisa, diosa virgen y consagrada a la caza, se enfureció hasta tal punto que convirtió a Acteón en un ciervo. El pobre voyeur terminó siendo devorado por sus propios perros. Un final trágico sin lugar a dudas.
Aquí les dejo el texto de Higinio, autor latino de fábulas:
«Cuando Diana[Artemisa] en el muy umbrío valle de Gargafia, en el tiempo estival, cansada a causa de su asidua dedicación a la caza se bañaba en la fuente llamada Partenio, Acteón, el nieto de Cadmo e hijo de Aristeo y Autónoe, buscando este mismo lugar para refrescarse él y sus perros a los que había ejercitado mientras perseguía fieras, posó su vista en la diosa; él, sin poder hablar, fue convertido en ciervo por la diosa. De este modo, tomado por un ciervo, fue despedazado por sus propios perros.» (Higinio, Fábulas, 181)
Autoría: Carolina Real.

Reblogueó esto en El Fisgón de Anaga Der Schnürffel von Anaga.
Me gustaMe gusta
Reblogueó esto en clasicassite.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Es un placer el comprobar que has decidido seguirme en mi web: “minovela.home.blog”. Estoy segura de que se creará un vínculo increíble entre nosotros. Me encanta la idea de compartir contigo la riqueza de mi libro, porque su novedad va más allá de lo cotidiano y su mensaje no nos puede dejar indiferentes.
¡Bienvenido!
Mary Carmen
Me gustaLe gusta a 1 persona
Vivo en la Península y con mi mujer hemos ido varias veces a Canarias. La última visita la hicimos en la isla de El Hierro y nos encantó. La considero una isla jardín. Me sorprendieron las sabinas por su inclinación hasta tocar el suelo. Gracias a tu entrada conozco todas las utilidades que se le ha dado y se le da a su madera.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias. Pues des El Fisgón les deseamos que vuelvan pronto a seguir disfrutando. Un abrazo.
Me gustaMe gusta