En las Islas Canarias -suponemos que como en cualquier otro lugar- las historias de luces misteriosas, casas encantadas y brujerías se transmiten entre sus habitantes de generación en generación ¿A quién no nos han contado de pequeñas alguna historia de fantasmas, conjuros, velas y pócimas?
Esta es la historia de las llamadas brujas del Bailadero de Anaga, que, según las creencias populares, eran mujeres que se dedicaban a hacer aquelarres en una zona montañosa del noreste de la isla de Tenerife, llamada Macizo de Anaga (Canarias).
El Bailadero y cumbres de San Andrés-Taganana
Este «Bailadero de las Brujas» está situado en las cumbres de Anaga, en la dorsal entre San Andrés y Taganana. Se dice que en este lugar las brujas bailaban en torno a una hoguera; de ahí el nombre de la zona «El Bailadero». Tras sus aquelarres se decía también que estas brujas bajaban a la costa para bañarse desnudas.
Con el paso del tiempo, la influencia de las historias de vampiros del Este de Europa llevó a que el mito de las brujas canarias incorporara el chupado de sangre, convirtiéndolas así en brujas-vampiro, que succionaban la sangre de los recién nacidos mientras dormitaban en sus cunas. Este aspecto, también es compartido en las mitologías de otros lugares de España, tales como las guaxas en Asturias y las guajonas en Cantabria.
El historiador Domingo García Barbusano, en su obra La brujería en Canarias, escribió:
«Desde El Bailadero deambulaban, los días de aquelarre, a partir de las doce de la noche, hora en que acababan estas reuniones, un numeroso gentío: las brujas, compuestas con negros ropajes y abrigados sobretodos, sus amigas y esas otras personas que deseaban iniciarse en la práctica de la brujería; todos formando una compacta muchedumbre que, por la enriscada cumbre, bajaban lentamente para ver si encontraban algún caminante al que maleficiar».
A pesar de ser este el más célebre, en realidad este «bailadero» no es el único que hay en la zona, pues en la toponimia de Anaga podemos encontrar otros como:
- El Bailadero de la Punta de Anaga, sobre el que se levanta el actual cementerio de la zona.
- El Bailadero de Chinamada.
- El Bailadero, cerca del «Llano de las Brujas», en La Orilla (Tegueste).
Además, por todo el macizo de Anaga existen multitud de referencias a las tradiciones brujeriles como, por ejemplo, la Playa de las Brujas, llamada así porque según la tradición fue uno de los lugares donde las brujas se bañaban desnudas después de sus rituales.

A la playa de Las Brujas, situada en un paraje virgen y aislado de la escarpada costa de Anaga, sólo se puede llegar en barco. Mide 250 metros de largo y guarda un ancho medio de 18 metros. De fina arena gris y picón, soporta un oleaje moderado. Está a ocho kilómetros del Hospital de Nuestra Señora de la Candelaria desde el puerto de la Marina, que es el muelle más cercano.
Toponimia y Denominación
La acepción natural de «bailadero» es la de un lugar que los aborígenes de estas islas habrían elegido por alguna razón para realizar sus bailes, rituales o festivos.
Resulta curioso el hecho de que en lugares llamados “El Bailadero”, actualmente exista un cementerio, haya una cruz, que la zona también se denomine “Llano de las Brujas”, y que, según referencias del imaginario social, la tradición oral haya trasmitido que esos lugares se llaman así “…porque ahí bailaban las brujas”.
Es cierto que los guanches -primitivos habitantes de Tenerife- construían «plazas» en determinados lugares para realizar bailes y ritos sagrados, costumbre que, incluso, podría haber llegado hasta nuestros días, siendo consideradas en muchos casos prácticas brujeriles, o agregadas a ritos propios de la religión Católica.
Es posible que la protección y la supervivencia del ganado, así como obtener de las cosechas el mejor fruto, fueran las razones que empujaban al guanche hacia el campo de las creencias y la religión.
Pasado el tiempo, tras la conquista a finales del siglo XV, el mundo guanche, su sociedad y su cultura, es destruida por la nueva forma de vida dominante implantada por conquistadores y colonos; fuerza especialmente sustentada por la influencia de la todopoderosa religión católica, que impuso su ideología totalitaria, al tiempo que promovió la subversión y tergiversación de los vestigios culturales que quedaban de la sociedad aborigen.
La nueva cultura dominante transformó estos espacios sagrados en bailaderos, lugares sospechosos de cultos malignos, donde las brujas realizaban sus bailes.
Todos los bailaderos se encuentran en lugares elevados, aunque, por lo que hemos podido apreciar, era más importante tener una amplia panorámica de cielo y tierra que la propia altura. Dos de ellos se emplazan en dorsales, con amplia visión al naciente y poniente. Generalmente el recinto en sí está delimitado circularmente, ya sea con un pequeño muro de piedra, árboles, etc.

Existe, claro está, una gran superstición en torno a los mismos. Siempre que se hable de brujas debemos tener en cuenta la posibilidad de que efectivamente en los bailaderos se pudieron llevar a cabo prácticas brujeriles, pero tampoco debemos olvidar que, a menudo, son tachados de brujería algunos ritos «paganos» de difícil comprensión para una mentalidad fuertemente influenciada por la religión católica de otras épocas.
Otra teoría defiende que no eran bailaderos de brujas, sino baladeros según la costumbre guanche en tiempos de sequía de llevar a las ovejas a las zonas altas propicias para realizar un rito donde separaban a las madres de las crías, lo que hacía que las primeras balaran llamando a las segundas como forma mágica de atraer las lluvias a Canarias.
En este sentido, el arqueólogo Luis Diego Cuscoy, en su obra Los guanches: vida y cultura del primitivo habitante de Tenerife, relata:
«En Tenerife sólo sabemos que en la toponimia insular abunda el nombre
«bailadero», es decir, «baladero»» (Luis Diego Cuscoy, 1968, p. 115).
El Bailadero de La Orilla (Tegueste), en una zona también llamada “Llano de las Brujas”

El conocido como “Llano de las Brujas”, en el que actualmente confluyen varias rutas de senderismo, era frecuentado antiguamente por no pocas de las mujeres que fueron sentenciadas por la Inquisición.
Este, por sí mismo, fue motivo suficiente para que el Fisgón, en manada, decidiera ir de excursión a fisgonear un poco por los alrededores.
Descubrimos que el topónimo «Bailadero de Las Brujas» aparecía ya en los planos militares del año 1974 y que, en el extremo noroeste del monte de La Orilla (Tegueste, Tenerife), existe un lugar conocido como Llano de Las Brujas, que unos 200 metros en dirección sureste existía otro bailadero, casi al borde de la montaña, con una amplia panorámica de Tegueste. Recordemos que la panorámica privilegiada es el denominador común de todos los bailaderos, donde no se buscaban lugares ocultos, sino mas bien elevados y con buena visibilidad.
Subiendo por el cortafuegos de La Orilla, en dirección a la carretera del Moquinal, se encuentra una zona llana y algo tupida de vegetación. Este llano se le conoce como Llano de Los Encantamientos y sobre el mismo se cuenta que había personas que al pasar por aquí creían escuchar voces y sentir presencias extrañas, otras se desorientaban y se sentían mal… en el peor de los casos había gente que llegaba a enfermar.
Muy cerca se halla la Hacienda Fuset o Casa de Franco. El nombre se debe a que el general Franco solía pasar de vez en cuando algunos días de descanso en esta casona. Hay personas que aseguran haber sido protagonistas de fenómenos insólitos en esta casa y desde luego hay bastantes evidencias de que ha sido utilizada para celebrar rituales satánicos.
Mas adelante encontramos la Degollada de Solís, donde se pueden ver dentro de una finca las ruinas de la casa donde abatieron a Dámaso, «El Brujo», después de estar varias semanas escondido por estos montes tras cometer 3 asesinatos y varias violaciones por esta misma zona. La gente supersticiosa cuenta que su espíritu sigue vagando atormentado por la zona del Moquinal.
Como auténticos fisgones, no hemos podido resistirnos a buscar entre estas piedras y montes algún vestigio de las viejas creencias y supersticiones de Anaga -nuestro rincón favorito-. Nos pierden los mitos y leyendas de nuestra tierra ¡Qué le vamos a hacer!
Pues, aunque se supone que los aquelarres tenían unas raíces orientadas hacia ritos sexuales y paganos relacionados con la naturaleza en busca de fertilidad para la tierra y, en épocas de sequía, lluvias, tras la conquista de las Islas estos ritos se fusionaron con los que trajeron los colonos españoles y portugueses, dando lugar a un tipo de prácticas consideradas brujeriles que continuaron realizándose en estos lugares hasta hace muy pocas décadas… ¿unas pocas décadas? ¡Unos pocos días! Aquí damos fe de ello.
