El Teide siempre ha constituido un motivo obligado de referencia en la descripción del Archipiélago canario, predominando ante cualquier otra simbología isleña, pues, admirado y mitificado, ha despertado la curiosidad de cuanto viajero arribaba a nuestras costas.

Este hecho podemos comprobarlo desde la propia denominación antigua de la Isla, Planasia (“la isla errante”), un topónimo de origen griego que está en estrecha relación con las erupciones volcánicas del Teide, resultando de esta idea una especial vinculación entre la actividad telúrica y su significado de isla flotante.

En la descripción de su alto pico algunos autores antiguos lo han pintado cubierto de nieve, destacando esta característica blancura de su cumbre durante los meses de invierno, mientras que otros nos transmiten la imagen espantosa de una cumbre altísima, de difícil acceso y de la que brota continuamente un fuego infernal.
Esta asociación de Tenerife con el vocablo “infierno”, que aparecía ya en la cartografía medieval, así como en los relatos de viajes y en los informes oficiales de la época, se mantiene en las noticias que tenemos de la Isla en la época de su conquista. Así, por ejemplo, el historiador fray Alonso de Espinosa (en Historia de Nuestra Señora de Candelaria) escribía “Con todo esto conocían haber infierno, y tenían para sí que estaba en el pico de Teide, y así llamaban al infierno Echeyde, y al demonio Guayota”, haciendo eco de esta asociación al exponer la creencia guanche que situaba al demonio en el Teide. La misma referencia se encuentra en el texto posterior de Abreu Galindo (Historia de la Conquista de las Siete Islas de Gran Canaria), donde leemos “A esta isla de Tenerife llaman algunos la isla del Infierno, porque hubo en ella muchos fuegos de piedra de azufre, y por el pico de Teide, que echa mucho fuego de sí”, y, un siglo después, sigue vigente en textos como el del canario Marín de Cubas, quien describe a Tenerife como “Ysla de infierno por un alto Monte, que aunque perpetuamente tiene nieve está humeando, y en sus cuebas se halla azufre, y es volcán…” (Historia de las siete Islas de Canaria).
Recordemos que la isla de Tenerife se formó y creció a consecuencia precisamente de erupciones volcánicas. Aunque ahora mismo está considerada como “dormida”, a veces hay algún signo de reactivación como pasó en 2004 cuando se registró un número de terremotos que superaba con creces los que se detectan normalmente y que se interpretaron como el ascenso del magma a la superficie, pero afortunadamente no hubo erupción. El año pasado también se registró un número de terremotos mayor al habitual, aunque la actividad ha vuelto a niveles normales.
Puede ser que dentro de un año, de un mes o de una semana vuelva a haber una reactivación, pero mientras tanto disfrutemos de las bellas imágenes del padre Teide, como las que originaron esta entrada y que amablemente nos proporcionó el fisgón Valentín Ubalgo.
Para saber más: Real Torres, C. (2017) “La descripción de la isla de Tenerife en las Décadas de Alfonso de Palencia“, en Santana Henríquez, G. – Pino Campos, L. M. (eds.) Пαιδέια και θητησις. Homenaje a Marcos Martínez, Madrid, Ediciones Clásicas, S. A., pp. 627-634.
Autora: Carolina Real.

Me ha emocionado ver las fotos que mi padre hizo y que justo esta mañana me las estaba enseñando. Te las envié para que las mostraras en El Fisgón de Anaga, y lo has hecho acompañadas de la mejor manera, escribiendo sobre el Teide. Gracias Carolina
Me gustaMe gusta
Gracias a ti, mi fisgona favorita. Un beso enorme.
Me gustaMe gusta
Nos he encantado 👌
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchísimas gracias. Un saludo.
Me gustaMe gusta
Resulta muy interesante la asociación de la montaña o volcán con las antiguas creencias aborígenes. Felicidades por el artículo, fisgones. Un saludo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias en nombre de todos y todas. Un saludo.
Me gustaMe gusta
Reblogueó esto en El Boletín de ARBA.
Me gustaLe gusta a 1 persona